Botellas al mar


Dice JuanEsteban Constain en su último artículo que los libros son botellas dejadas al mar con un mensaje adentro, y es un pesar que cada vez hay menos libros de papel. Pesar y no, porque los libros electrónicos tienen muchas ventajas aun cuando no sea tan romántico, digamos, leer en una tablet. Hasta las botellas dejadas al mar son cosa del pasado, ¿o nunca existieron? Quizás solo en las películas de cine donde justo quien encontraba la botella con una romántica nota era una bella o bello personaje solitario en busca de amor. Hoy otros métodos, Facebook, Twitter,  y no se cuantos mas que nos conectan con seres de otros mundos y transportan nuestra voz, nuestros pensamientos, miles de kilómetros. Ya no hay barreras para amar y aquí pienso necesariamente en esas cartas de amor desenfrenadas de amantes separados por días, semanas y hasta meses para saber algo del ser causa de sus trasnochos. Leo que en España se celebra un concurso de cartas de amor, leí la carta ganadora y es muy bella, pero me gustó más una de las finalistas por ser original, por saber decir cuanto la ama con humor. Léanla y juzguen ustedes mismos. 

Por cierto, no olvido que es un blog de fotografía y al menos debo decir algo sobre la foto de hoy. Un graffiti digno de mostrar en Bogotá sobre la avenida El Dorado, porque la verdad es que la mayoría que se ven en los puentes y edificios parecen obras de vándalos. Un amor de dos personas maduras, un amor como el de Garcia Marquez en "El Amor en los tiempos del cólera", un amor para siempre.

La carta de amor:


DESCOSIDO

Ay, cariño, te juro que la culpa es del pegamento, que no agarra del todo bien. Mira que lo
digo veces, debería estar prohibido engañar así a la gente, vender cosas que no sirven, que después, pasa lo que pasa. Que en vez de llegar a un roto de nada, uno se encuentra con el descosido entero.
Verás cariño, no era mi intención estropearte la fiesta. Cincuenta años juntos han dado de sí
para muchos dolores de muelas, de esos que no dejan dormir por la noche, (por cierto, nunca me
creí que te dolieran tanto, sobre todo porque tú decías que “mal de muelas, amor elevado al
infinito”.
Si haces memoria, nunca te llevé la contraria. Me decías, “¿quieres un poco de medicina?” y
nos queríamos más que ayer y menos que mañana. Así siempre, con la locura de mis muelas que no dejaban de ser tú oficio.
Si no hubiera sido por las del juicio no nos habríamos conocido. Salían torcidas,
amenazando con desplazar al resto de mis dientes. Y te juro que aunque no me fiaba al verte con las tenazas, me estuve bien quieto en el asiento. Dijiste que te habías enamorado de mi locura al primer tirón.
Cincuenta años después de aquello, a punto de celebrar nuestras bodas de oro, no te culpo de
la situación de mis nuevos dientes. Verás, me explico, por más que lo intente, no recuerdo malos
momentos contigo porque los trituré con los molares traseros. Los caninos perdieron el filo de tanto mirarte y los incisivos se tambalean desde hace mucho.
Porque se puede andar por la vida sin abrigo, sin rimel, sin amor de segunda pero sin
molares no. Con ellos he saboreado tus mejores platos, he recorrido cada rincón de tu piel, los
lugares más escondidos. He masticado instantes únicos, he soñado (porque de sueños también se
vive) con el ratoncito Pérez dejándome sobre la almohada besos tuyos de recambio.
Y también me he emocionado al ver alguna de mis piezas engarzada a un colgante que
prende de tu cuello, para recordarme, cariño, que sin dientes no soy nadie.
Te confieso que la dentadura postiza que me has regalado por nuestro aniversario me gusta
mucho. Juro que la he sujetado bien pero ha sido verte tan bonita y saltarme por los aires. Por lo
visto quería probarte antes que yo.
He conseguido arrancarte una sonrisa tan intensa cómo cuándo nos conocimos. Y con la
emoción me he olvidado de los dichosos dientes. Fíjate, me ha dado por pensar que a lo mejor ha
sido el pegamento perfecto para unir a otra pareja. Y mira, cariño, con tanto roto y descosido cómo hay ahora, mi dentadura le quedará de maravilla.
Anda, haz el favor y no te rías. Dale un beso a este desdentado que te quiere con locura y,
más si cabe que el primer día.

Lourdes Aso Torralba.
Jaca (Huesca)

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